¿Tengo que o quiero hacerlo?
Cuando comencé a tomar sesiones de coaching, la coach que tenía en ese momento desafiaba las frases que yo utilizaba, por ejemplo cuando yo le decía «tengo que estudiar», me preguntaba, ¿tienes que estudiar o quieres estudiar?
Mi respuesta podría variar dependiendo de mis ganas pero la realidad es que yo había elegido estar estudiando y era algo que me apasionaba, más allá de que algunas veces quisiera hacer otra cosa.
Ser consciente de eso me sirvió para dejar de padecer cosas que en realidad estoy eligiendo.
Reflexionar sobre lo que hacemos a diario puede ser uno de los mejores ejercicios para mantener una buena salud mental y estabilidad emocional.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo, cuando pensamos en asuntos como el trabajo, la familia o las relaciones en general, los adjetivos que solemos usar para describirlos son asociados a deberes, prohibiciones u obligaciones.
Llega un punto en la vida donde está bueno preguntarse si las frases “Tengo que” o “Quiero tal cosa” tienen el mismo significado, y es fundamental saber diferenciar entre algo que quieres hacer y algo que tienes que hacer a modo de obligación.
La diferencia entre ambas frases
Aunque la diferencia entre estas dos frases puede parecer mera semántica, la verdad es que entre ambas existe un enorme abismo.
Viéndolo desde lo más extremo, aquello que tienes o que debes hacer pueden ser esas cosas necesarias para vivir, por ejemplo: comer, tomar agua, asearte, trabajar para ganar dinero y poder pagar las cuentas o cualquier cosa que te salve la vida.
Pero, por ejemplo, cuando un compañero de trabajo nos pide que le acompañemos al banco, por lo general, usamos frases como “No puedo, tengo que ir a ver a mi madre”.
Desde el punto de vista del lenguaje, es una frase correcta, pero si la analizas un poco más a fondo, desde el punto de vista de la toma de decisiones, lo más correcto es decir, en cambio: “No puedo, quiero ir a ver a mi madre.”
¿Por qué tenemos que hacer lo que tenemos que hacer?
A nadie le gusta tener que hacer las cosas por obligación.
De hecho, es muy común mencionar que tenemos que ir a trabajar con una connotación de fastidio o de rechazo.
Pero la realidad es que la mayor parte de las cosas que pensamos que tenemos que hacer es consecuencia de nuestras propias decisiones.
Es verdad que hay acciones que aparecen como obligatorias, o necesarias, tales como nadar para no ahogarnos si estamos en medio de un océano, o disponer de un trabajo que nos dé ingresos para comer.
Son cosas que es preciso realizar.
Pero sólo si se desprenden de decisiones que al menos originalmente fueron tomadas desde el deseo, podrán disfrutarse como parte de aquello que queremos o necesitamos realmente. (Nadie me obliga a estar en medio del océano, pero si me encuentro allí por elección propia, hay algo que debo hacer como parte de la experiencia).
Revisa siempre para qué haces lo que haces
Es importante estar convencidas de las cosas que queremos hacer, aquellas que la mayor parte del tiempo dejamos en segundo plano.
Nuestra salud mental es muy importante y para mantenerla también debemos hacer lo que nos plazca de vez en cuando, incluso cuando desplaza momentáneamente lo necesario; por ejemplo, salir a dar un paseo, ver películas un día completo o ir de vacaciones.
Decisiones como con quién pasar navidad, cumplir con la obligación de llamar a un amigo cada cierto tiempo porque podría molestarse o elegir salir con tu pareja en lugar de quedarte en casa, cuando no quieres, son cosas que lentamente harán que termines odiando lo que haces.
¿Cuántas veces te encontraste haciendo lo que otros querían?
¿Qué porcentaje de tu día vivís desde tu deseo?
¡Te animo a que compartas aquí abajo tus experiencias!
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